A mí, esta idea de dejarlo todo para dar la vuelta al mondo o participar en cualquier iniciativa social, médica, humanitaria u otro, me parece muy valiente, puesto que – como explican en el texto – no se trate de una huida hacia delante, sino de una decisión bien pensada y madurada.
Admiro a las personas que tienen el valor de hacerlo y tengo que admitir que yo no lo haría, por varios motivos.
En primer lugar, no soy una persona que se adapte fácilmente a los cambios ni que tenga un gusto particular por la aventura y el desconocido. Prefiero la tranquilidad, la seguridad y, para ser honesta, no me molesta la rutina. (¡A lo mejor, entre 20 años, ya no lo pensaré así!)
En segundo lugar, estoy muy liada con mi familia, y no pienso que se me daría bien pasar tanto tiempo lejos de mis familiares (¡y de mis caballitos!)
En tercer lugar, me gustan mucho mi piso, mi trabajo, mis actividades… Para resumirlo, me gusta mi vida tal como es, y no me apetece cambiarla toda de un día para otro.
Dicho eso, si yo no fuera lo que soy y decidiera tomarme un año sabático a pesar de todo, probablemente iría a China o a Japón para aprender el chino o el japonés y conocer otra cultura muy diferente de la nuestra. O iría a Oceanía con un grupo de biólogos para estudiar la flora y fauna local. O bien iría a Polinesia a trabajar en un cultivo de ostras perleras…
Bueno, ¡que deje de soñar!
Para terminar, me parece muy sorprendente e interesante que algunas empresas en Suecia sigan pagando – por le menos en parte – a los empleados que se toman un año sabático. A decir verdad, no entiendo porque lo hacen…
Julie B.
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