Como lo escribó Jenny, aquí es el fin del cuento tal que lo oí cuando era de pequeña.
Cuando Cenicienta llegó en el castillo del Príncipe, se hizo un gran silencio : no se oía más que un gran confuso murmullo de admiración : «¡Que hermosa es!», «¡Que esplendido vestido!».
Al ver Cenicienta, el Príncipe supo que era ella que esperaba. La invitó a bailar. Bailaron toda la velada y el corazón de Cenicienta estaba lleno de alegría.
De repente, Cenicienta oyó los doce campanadas de la medianoche y se acordó de lo que había dicho su haya Madrina. Dijo «Tengo que irme». El Príncipe quiso impedir que saliera pero Cenicienta ya había salido.
En su prisa, Cenicienta no se dio cuenta de que había perdido uno de zapatos de cristal en la entrada del palacio.
Con la última campanada de la medianoche, todo fue de nuevo como antes. Cenicienta encontró de nuevo sus viejas ropas. Le quedó solamente otro zapatito de cristal.
Tan grande fue la triztesa del Príncipe que declaró casarse con la persona que podría poner el zapatito. Empezaron a probarlo a las princesas después a las duquesas y a toda la Corte. Pero en vano.
Llegaron a la casa de las dos hermanastras. Intentaron calzarse el zapatito. Sin embargo sus pies eran demasiados grandes. Cenicienta que las miraba preguntó si podría probarselo. Los servidores que habían orden de probar el zapatito a todas las chicas del reino se lo dieron.
Cenicienta se calzó sin problema. El asombro de las dos hermanastras fue grande pero más grande cuando Cenicienta sacó el segundo zapatito de su bolsillo. Entonces las dos hermanastras la reconocieron y le preguntaron perdón para todas las cosas malas que habían hecho. Cenicienta que era tan bondadosa perdonó a ellas y les rogó que siempre la amaran.
Algunas días más tarde, el Príncipe se casó con Cenicienta. Vivieron mucho tiempo y tuvieron muchos hijos. Fueron felices y comieron perdices.
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